Cuando el crimen organizado comienza a comerse entre sí, el terror no disminuye: se transforma, se propaga, muta. Eso es justo lo que está pasando en Ecatepec con La Chokiza, ese grupo criminal que durante años ha sembrado miedo entre vecinos y comerciantes, pero que ahora vive su propia guerra interna por el poder. Una batalla que, lejos de tranquilizar, enciende nuevas alarmas.
La reciente ejecución de Yamil “N” en la colonia Texalpa, en lo alto de la Sierra de Guadalupe, confirma lo que se venía oliendo desde hace semanas: el liderazgo de Alejandro “N”, alias “El Choko”, está debilitado. Su organización ya no se cohesiona por miedo o lealtad, sino por intereses divididos, traiciones anticipadas y cálculos de supervivencia.
Lo ejecutaron en su propio auto, un Chevy naranja tapizado con calcomanías de La Chokiza. Ni discreción ni misericordia. Un mensaje claro: “Aquí ya no mandas tú, Choko”. No es solo un crimen, es una ruptura pública de lealtades, el anuncio sangriento de un reacomodo interno.
Como en toda estructura criminal, la caída del líder no ocurre por causas legales o morales: es cuestión de oportunidad. Según fuentes federales, “El Choko” ya está en la mira de las autoridades nacionales. Y cuando el líder huele a cadáver político, los segundos al mando comienzan a afilar los cuchillos.
El mismo fin de semana, otro integrante fue detenido con un arma en la colonia Viveros Xalostoc. Ismael “N” cayó por portación de arma de fuego, pero su captura tiene sabor a señal: están debilitados, están a la intemperie, están divididos.
Este escenario no debería alegrarnos. La descomposición interna de un grupo delictivo como La Chokiza no significa su desaparición automática. Al contrario: cuando no hay liderazgo claro, el caos se intensifica. Las células se dispersan, se autonombran, radicalizan sus métodos y diversifican sus crímenes.
Hoy, Ecatepec no sólo enfrenta extorsiones, robos de auto, venta de droga y narcomenudeo, también está lidiando con una red de despojos, secuestros, fraude, y comercio ilegal de alcohol. Y todo apunta a que lo peor está por venir si no se actúa de inmediato desde los tres niveles de gobierno.
La violencia interna de La Chokiza no es una buena noticia. Es una advertencia. El monstruo se está fragmentando, y sus partes siguen siendo igual de letales. La desbandada de criminales que quieren deslindarse de “El Choko” no tiene como objetivo regenerarse, sino empoderarse.
Y mientras eso pasa, los vecinos de Ecatepec siguen siendo rehenes de un conflicto que ocurre a plena luz del día, en sus calles, en sus barrios, en sus vidas. ¿Dónde está la respuesta institucional? ¿Dónde está la estrategia de seguridad?
La historia de La Chokiza parece estar llegando a un punto crítico. Pero no olvidemos: cuando un cártel sangra, es porque otro quiere su lugar. Y esa silla vacía no tarda en llenarse.

