Luis Ayala Ramos
Mientras el ex senador Higinio Martínez Miranda celebraba sus 50 años en la política, cientos de simpatizantes, en su mayoría personas de la tercera edad, tuvieron que subir agotadoras escaleras hasta el cuarto piso de un salón en remodelación, sin aire acondicionado y con condiciones mínimas de accesibilidad.
El evento, que debió ser un acto de unidad y compromiso con la gente, se convirtió en una muestra clara del divorcio entre el discurso y la realidad del llamado movimiento de la Cuarta Transformación.El llamado “Salón Cristal”, ubicado sobre la transitada avenida Central, en el municipio de Ecatepec.

Un recinto sin condiciones dignas para recibir a más de 400 asistentes, muchos de ellos adultos mayores y mujeres con niños en brazos, quienes con dificultad y bajo el intenso calor tuvieron que subir las escaleras hasta el último piso.Mientras tanto, los invitados de honor, como las senadoras Mariela Gutiérrez Escalante, Sandra Luz Falcón Vanegas y el propio Higinio Martínez Miranda, fueron trasladados cómodamente por elevador, como si el desgaste físico fuera cosa del pueblo, pero no de los representantes populares.
La inconformidad se hizo evidente entre los presentes, que no ocultaron su malestar por la desorganización, la falta de empatía y los evidentes privilegios.Hay que ser justos: es muy probable que ni las senadoras ni el propio Higinio se hayan percatado de lo que ocurría afuera del elevador.
Entre saludos, discursos y fotografías, resulta comprensible que estuvieran concentrados en la parte política del evento. Sin embargo, eso no exime de responsabilidad a quien o quienes estuvieron a cargo de la organización. Habría que preguntar quién planeó el acto, quién seleccionó ese salón sin condiciones, quién olvidó pensar en la gente que sí camina, que sí suda y que sí espera respeto.


Porque quien haya sido, merece un buen jalón de orejas, ya que terminó por hacer quedar mal a los anfitriones. Este evento, promovido por figuras cercanas a la alcaldesa de Ecatepec, Azucena Cisneros Coss, mostró que más allá del discurso progresista, poco o nada se ha aprendido sobre cómo atender al pueblo con dignidad.
El desdén hacia las condiciones básicas de accesibilidad y bienestar pone en tela de juicio el verdadero interés de quienes dicen caminar “en el camino de la izquierda de México”. Higinio Martínez habló de unidad, de trabajo y de recuperar la confianza ciudadana, pero olvidó que esa confianza no se recupera con palabras, sino con hechos. ¿Cómo pedirle a la gente que crea en la transformación cuando ni siquiera se cuida que asistan en condiciones seguras y humanas?
La política no se construye desde los elevadores exclusivos, sino desde el contacto directo con el pueblo y su realidad cotidiana. Resulta paradójico que en una celebración de medio siglo de vida pública, lo más evidente haya sido el distanciamiento entre la clase política y la base social que dice representar. Una vez más, se puso en evidencia que el protagonismo, los aplausos y las fotografías pesan más que la congruencia y la sensibilidad.
Si Morena quiere renovarse y seguir gobernando, debe dejar de organizar homenajes y empezar a actuar con responsabilidad. No basta con pedir unidad y señalar errores de otros; se necesita humildad, autocrítica y, sobre todo, coherencia. De lo contrario, los discursos quedarán como lo que fueron en este evento: palabras elevadas, pero alejadas de la realidad del pueblo.

